jueves, 4 de julio de 2013

ANTECEDENTES


La relación entre archivo y fotografía se da desde los inicios históricos de ésta, sea el caso de las instituciones que categorizan sus objetos a través de fotografías (de carácter criminal, militar, colonial, familiar, etc.), sea el de los fotógrafos, como Eugène Atget o August Sander, que realizan una taxonomía de objetos a través de su obra. En ambos supuestos, el objetivo es el mismo: proporcionar un corpus de imágenes que representen un objeto, un carácter, un género o una circunstancia específica, lo cual significa que las fotografías se dispongan en una determinada ‘condición de archivo’.[1]”.

Esta condición de archivo es la que yo he querido llevar a cabo en mi trabajo y lo he hecho teniendo presente el trabajo de una serie de artistas que me han precedido en esta elección y que brevemente quiero reseñar en estas páginas.

Por otra parte en mi proyecto he fotografiado paisaje urbano, las calles de Valencia, y he fotografiado plantas y elementos vegetales. Para los primeros he tenido presente la obra de tres grandes maestros: el pionero Eugène Atget con su “colección de documentos” sobre las calles de París, la “insistencia de la mirada urbana” del artista italiano Gabriele Basilico y el reflejo social del alemán Thomas Struth. Respecto a la parte vegetal, además de los trabajos de este último, he tenido presente la poesía fotográfica de la española Pilar Pequeño. Una pequeña mención a estos grandes artistas es imprescindible en estas páginas, ya que sin el conocimiento de su obra no hubiera podido desarrollar “Cartografías Botánicas”.

La fotografía de archivo

Eugène Atget (1857-1927), como después veremos, es el primero en descubrir la “fotografía objetiva” y su trabajo es fundamental en el nacimiento del binomio arte-archivo, ya que la simplicidad descriptiva de sus imágenes, la búsqueda de una catalogación de todos sus negativos en series y colecciones y la huida de la novedad por la novedad hace su trabajo paralelo al de los representantes alemanes de la Nueva Objetividad fotográfica de los años 20 y 30, como Albert Renger-Patzsch, Karl Blossfeldt o August Sander, que dan prioridad a las formas convencionales y repetitivas de un arte de “inventario”.

Es en la generación de fotógrafos y teóricos alemanes de la República de Weimar (1919-1933) donde se implantó el sistema fotográfico de archivo, ante un cierto agotamiento de la estética del fotomontaje. En 1929, en la exposición “Film und Foto Internationale Austellung (FIFO)” en Sttutgart se incluye la fotografía de archivo como tendencia en la fotografía de vanguardia.

En torno a 1920-1925 se producen ya algunos proyectos aislados basados en una organización sistemática del conocimiento según modelos didácticos de dispositivos de memoria asociados al sistema-archivo como son los de Hanna Höch y Raoul Hausman en Alemania, Gustav Klutsis, Alexander Rodchenko y Kasimir Malevich en la URSS o Marcel Duchamp en Francia y Estados Unidos, que intentaron dotar de una cierta narrativa a la falta de reglas derivado de las yuxtaposiciones arbitrarias de objetos e imágenes encontrados.


Posteriormente, entre 1960 y 1989 un grupo de artistas elaboran una serie de trabajos basados en inventarios, clasificaciones y tipologías al amparo del arte conceptual y de los postulados del filósofo Michel Foucault (el archivo entendido como un conjunto de reglas no impuestas desde el exterior, sino procedentes del propio archivo “implicado en las verdaderas cosas que dichas reglas conectan”.[1]). Esta conceptualización del archivo constituye el marco de trabajo de artistas tales como Bernhard y Hilla Becher (archivo como serialidad), Robert Morris (el archivo como estructura tautológica), Gerhard Richter (“Atlas”), Hanne Darboren (archivo enciclopédico), On Kawara (trabajos con conceptos, fechas y letras), Christian Boltanski (reconstitución de la memoria), Annette Messeger (álbumes sobre la educación femenina en una sociedad patriarcal) o  Stanley Brown (el archivo como medición), en los cuales la obra no es un depósito de información, sino un modelo cuyas reglas están relacionadas con los conceptos de índice, repetición, secuencia mecánica, inventario o monotonía serial.

Uno de los usos más destacados que los artistas conceptuales dieron a la fotografía fue el de la organización repetitiva de fotografías en archivos, bien a través de estructuras próximas al sistema reticular, bien agrupados en archivos semejantes a  álbumes, con una utilización del archivo próximo al de la base de datos, en el que lo que interesa es la posibilidad de su combinación y concatenación. A este grupo de artistas pertenece John Baldessari (el archivo como montaje), Douglas Huebler (uso combinado de mapas, fotografías y lenguaje), Ed Ruscha (secuencias visuales repetitivas y serialidad) o Hans-Peter Feldman (el archivo como acumulación y organización creativa del mundo exterior en base a sus propios procesos mentales).

Hasta los años 90 no se detecta una verdadera tendencia entre artistas, teóricos y comisarios de exposiciones hacia la consideración de la obra de arte “como archivo”. Esta tendencia se expresa en la voluntad de transformar el material histórico oculto, fragmentado o marginal en un hecho físico y especial caracterizado por su interactividad. El archivo se ha convertido en una de las metáforas más universales para todo tipo de memoria y de sistemas de registro y almacenamiento.

Esta activación del archivo se debió en gran parte a una reflexión sobre el concepto de archivo realizada por el filósofo Jacques Derrida en la conferencia pronunciada el 5 de Junio de 1994 en Londres y titulada “Le concept d’archive. Une impression freudienne” (con posterioridad retitulada como “Mal d’archive. Une impression freudienne”). Para él el archivo representa el “ahora” de cualquier tipo de poder ejercido en cualquier lugar o época. Para Derrida el archivo podría definirse como una estructura precisa sin un significado completo, asociada a términos como institución, autoridad, ley, poder y memoria, y habla de la condición “inmaterial” del archivo relacionando el psicoanálisis de Freud con la naturaleza “espectral” del archivo en internet.

Al margen de Derrida, otros historiadores o teóricos del arte elaboran su propia teoría en relación con el archivo. Entre ellos se encuentra Allan Sekula, que subraya en su análisis la función de la fotografía como archivo general y plantea dos funciones del archivo en la práctica retratística del siglo XIX: la honorífica, vinculada al retrato burgués y la represiva, representada por los archivos policiacos.

Benjamin Buchloh, en el catálogo de la exposición “Deep Storage. Collecting, Storing and Archiving in Art” en 1998 manifiesta asistir “a un cambio de la función fotográfica hacia el orden de la función del archivo”. La instantánea producida de forma barata y rápida sustituiría al antiguo retrato de la tradición burguesa, siendo su forma organizativa y distributiva el archivo o clasificador de fotos, una “acumulación de instantáneas relacionadas con un tema particular organizados de forma libre”.[3]

Hal Foster, en su artículo “An Archival Impulse”, en 2004, apunta la presencia de una suerte de “pulsión del archivo” y establece una línea genealógica que tiene sus raíces en el periodo de preguerra con Rodchenko y Heartfield y que se desarrolla más activamente en el de postguerra. Para él el medio ideal de archivo es el megaarchivo de internet y la red. Habla del artista como archivista y pone los ejemplos de Thomas Hirschorn, Sam Durant, Tacita Dean, Stan Douglas, Liam Gillick o Rirkrit Tiravanija, artistas que trabajan tanto dentro como fuera del museo y del sistema institucional del arte.

Arjun Appaduran en su ensayo “Archive and Aspiration”, en 2003, renueva la relación entre archivo y memoria. Dice que el archivo es un instrumento neutral, de naturaleza ética, que es el producto de un deliberado esfuerzo para asegurar las diferentes porciones del “prestigio del pasado” y que puede estar constituido por una caja, un lugar, un sitio o una institución que guarde el documento.

En las últimas décadas en que el arte se ha cuestionado los conceptos de representación, autoría y subjetividad, se han desplegado distintas estrategias en el marco global de la deconstrucción: la apropiación, el simulacro y la “fiebre del archivo”. La estrategia del archivo se apropia de la necesidad de recuperar la memoria entendida como un tercer estado entre la historia y el presente. El recurso al archivo no impone fórmulas únicas y repetitivas, sino amplias posibilidades de usos, maneras y tipologías.

Entre las aportaciones iniciales podemos reseñar las de Susan Hiller (actuación en el contexto museográfico) Ilya Kabakov, Antoni Muntadas (su concepto de archivo supone un desplazamiento desde el almacenamiento al intercambio), Vera Krankel (el archivose convierte en un continuo flujo de datos independientes del lugar y del tiempo), Thomas Demans (une la fotografía de gran formato con la escultura y la arquitectura), Andrea Fraser (también relaciona el archivo con lo arquitectónico).

La “fiebre del archivo” ha dado lugar a una serie de tipologías artísticas, entre las que podemos citar la relación entre archivo y etnografía, representada por Mark Dion; la relación entre archivo, arqueología y fotografía que practican los artista alemanes de los años 90, Thomas Ruff (series fotográficas de retratos, interiores, arquitecturas, máquinas, etc.), Thomas Struth (del que hablaremos con posterioridad), Andreas Gursky (registra y clasifica todas aquellas relaciones que se desarrollan entre el individuo y el entorno social), Zoe Leonard (organiza las fotografías en función de la idea que subyace en cada foto), Peter Piller (acumulaciones de imágenes asociadas por una similitud formal o temática) o Joachim Schmid (fundador de la revista Fotokritik, realiza “ensayos visuales” a partir de imágenes adquiridas, encontradas o recortes de prensa; la identificación del archivo como escritura que practica Isidoro Valcarcel Molina; el archivo como identidad colectiva que practican Pedro G. Romero (“Archivo F.X.”), Ignasi Aballí (relación entre archivo e índice) o David Bunn (trabajos realizados con fichas de biblioteca); la relación entre archivo y medios digitales llevada a cabo por Arnold Dreyblatt (el archivo es objeto y sujeto de sus instalaciones y mezcla medios de memoria clásicos con los nuevos digitales) o Daniel García Andujar (trabaja con documentos localizados en internet a lo largo de 10 años); el archivo de archivos que practica Montserrat Soto; o la utilización del archivo con un trasfondo político o de recuperación de la historia, como es el caso de Fernando Bryce (selecciona, copia y reproduce partes de la historia), Rosangela Rennó (colección de documentos en los que busca la confrontación entre imágenes y textos y los libera de sus significados históricos para otorgarles nuevas interpretaciones), The Atlas Group (colectivo creado por Walid Road para analizar cualquier tipo de documento, fotografía, video o película  colgado en la red en relación con el Líbano) o Francesc Abad (investiga y reflexiona sobre los acontecimientos políticos y sociales relativos a la Guerra Civil española y sobre el pensamiento de Walter Benjamin).

La digitalización y la arquitectura de las bases de datos aportan enormes posibilidades para que en los próximos años el uso del archivo en arte no sea un punto de destino sino un punto de partida. Ana María Guasch en su libro ARTE Y ARCHIVO, 1923-2010 indica que “el archivo puede recibir lo inesperado, lo no programable, lo no predecible, lo no presentable: una apertura hacia lo desconocido que orienta al archivo hacia actualizaciones e inscripciones venideras. Y ello dentro de una estructura infinita e interminable que hace posible que el archivo reciba nuevas contextualizaciones, recepciones o inscripciones”.[4]

Eugène Atget

Jean Eugène Auguste Atget (Libourne,  1857 – Paris, 1927) es un fotógrafo francés cuya aportación ha sido básica para la fotografía moderna, de la cual ha sido considerado como pionero por haber incorporado un estilo propio que influyó de gran manera en el desarrollo posterior de la fotografía documental y de la fotografía como obra de arte.  

Inicialmente, tras unos años de ejercer como marino y de intentar dedicarse al teatro y a la pintura sin éxito, llegó a la fotografía a pesar de no tener formación específica para la misma, realizando lo que él llamaba “documentos para artistas” compuestos por paisajes, primeros planos, flores, escenas de género o detalles que servían como modelo a pintores, utilizando una cámara de fuelle de 18 X 24. En 1897 comenzó a fotografiar de forma sistemática las calles del “viejo Paris”, aquellos antiguos barrios que no habían sido afectados por la renovación arquitectónica del barón Haussmann.

En 1906 realizó su serie Topographie du vieux Paris (Topografía del viejo Paris) por encargo de la Bibliothèque Historique de la Ville de Paris. En 1920, inquietándose por la preservación de sus clichés, ofreció a Paul León, Director de la Academia de Bellas Artes la compra de sus colecciones L’art dans le vieux Paris (El arte en el viejo París) y Paris pittoreque (París pintoresco): “He recogido, durante más de veinte años, por mi voluntad, en todo el Viejo Paris, clichés fotográficos, formato (18/24), documentos artísticos sobre la bella arquitectura civil de los siglos XVI al XIX: los viejos hoteles, casas históricas o curiosas, las bellas fachadas, bellas puertas, bellas librerías, los aldabones, las viejas fuentes, las escaleras de estilo … (…) la colección está hoy completamente desaparecida: por ejemplo, el barrio Saint-Severin… Tengo todo el barrio desde hace veinte años, hasta 1914, incluidas las demoliciones…”. [5]
                                                                  Eugène Atget,                                                                    
Rue Quincampoix (Calle Quincampoix), 1900        

  

Atget fue el primer fotógrafo –fuera de los ámbitos policiales, militares o familiares- que realizó colecciones de sus series fotográficas, como hemos visto al hablar de la fotografía de archivo. Él elaboró una clasificación de sus “documentos fotográficos” como si fuera un catálogo; Atget clasificó en un primer tiempo sus imágenes por temas, después, en el interior de esas series, por la fecha de la toma. Fijó un número de comienzo, después asignó a cada negativo un lugar en la secuencia. Las series que se conservan en la Bibliotheque National de la Ville de Paris son las siguientes:

  • Paysage-Document (Paisaje-Documentos):
        La France pittoresque, documents divers  (Francia pintoresca,  
       documentos diversos)
         Arbres (Árboles)
         Parc de Saint-Cloud (Parque de Saint Cloud)
         Premiers plans, fleurs  (Primeros planos, flores)
         Fleurs, arbres, paysages, jardins (Flores, árboles, paisajes, jardines)
         Les Arbres, forêts, bois (Los Árboles, bosques)
         Référence fleurs, arbres, jardins (Referencia flores, árboles, jardines)
         Paysages Saint-Cloud  (Paisajes Saint Cloud)
         Paysages, documents divers (Paisajes, documentos diversos)
         Les Arbres, forêts, bois, parcs, vallées, arbres fruitiers (Los Árboles,
        bosques, parques, valles, árboles frutales)
  •  L’Art dans le vieux Paris (El Arte en el Viejo Paris)  (1898-1927)
  • L'Art dans les environs  (El Arte en los alrededores) (1901-1920)
  •  Paris pittoresque (Paris pintoresco)
        Intérieurs parisiens (Interiores parisinos)
        La Voiture à Paris (El Coche en París)
        Métiers, boutiques et étalages de Paris (Oficios, tiendas y escaparates de París)
        Zoniers et fortifications (Barriadas y fortificaciones)
  • Topographie  (Topografía) (1906-1915)

Eugène Atget,   
Passage du Grand-Cerf, 145 rue Saint-Denis (Pasaje del Gran Ciervo, calle San Denis  145), 1909 
Las fotografías de Atget, tanto por su composición novedosa como por sus encuadres, tratamiento de la luz, reflejos, superposiciones, etc. interesaron poderosamente a creadores de todo tipo de contexto cultural. Uno de los ámbitos de influencia sobre el que incidió más directamente la obra de Atget fue el movimiento surrealista que reconoció en su obra una mirada innovadora frente a la estética pictorialista que primaba en la fotografía que se practicaba en su época. En 1921 conoció al artista surrealista Man Ray, que le compró algunas fotografías que fueron publicadas en la revista La Révolution Surréaliste. Estas imágenes fueron publicadas con el consentimiento de Atget a condición de que no apareciera su nombre como autor de las mismas, puesto que, según confesó a Man Ray, no consideraba a sus obras sino como documentos: “Mis fotografías son solamente documentos”. Con esta afirmación categórica, Atget dejaba clara su falta de intencionalidad artística y, por tanto, cualquier atisbo de entendimiento con los postulados surrealistas. De esta forma, y aún a su pesar, Atget fue considerado un pionero o primitivo de la moderna fotografía creativa. Años más tarde, en 1925, conoció a Berenice Abbott, asistente de Man Ray, que fue figura fundamental para la conservación y difusión de la obra del fotógrafo, puesto que a su muerte compró aquellas copias y negativos que aún quedaban en su poder y fue la principal artífice  de la divulgación de su obra. En 1968 el MOMA de Nueva York adquirió 10.000 de sus negativos.

Atget ha sido considerado como pionero y padre de la fotografía moderna, ya que su obra superó los postulados decimonónicos y contribuyó a la consolidación de las dos grandes líneas en las que en lo sucesivo se dividirá ésta. Sus imágenes funcionan tanto a nivel documental como artístico. En la mirada de Atget confluyen estos dos intereses en los que uno no se impone en detrimento del otro, sino que los dos conviven en la imagen y la enriquecen con sus mutuas aportaciones fuertemente vinculadas entre sí. De esta manera él asume la fotografía como documento e igualmente, según su concepción personal, el documento adquiere valor artístico en sí mismo.

Con Atget adquiere valor el cambio de punto de vista como recurso puramente expresivo, ya que muestra la realidad de una forma sincera pero llena de emotividad hacia sus temas. Posteriormente, este cambio del punto perceptual será un recurso habitual utilizado de una forma más acentuada y forzada por los fotógrafos de vanguardia. Por otra parte consigue la implicación del espectador en la escena fotografiada mediante la utilización en sus escenas callejeras de un punto de vista levemente más bajo que acentúa la enigmática atmósfera del París retratado. Esto, unido a la ausencia de vida en sus angostos escenarios urbanos (“la escena del crimen” en palabras de Benjamin) y a la utilización del objetivo gran angular en la mayoría de sus tomas, es lo que invita al espectador a participar de la escena. 

Atget utilizó profusamente el tratamiento de la realidad representada como fragmento, tanto a través de la yuxtaposición, como mediante el reflejo de varios espacios que conviven simultáneamente en la misma superficie fotográfica de representación. Esta nueva forma de mirar la realidad a través del visor de su cámara tendrá influencia sobre la vanguardia histórica no afectando solamente a los creadores del medio fotográfico, sino que este medio contribuirá a cambiar la nueva visión de la estética contemporánea.

Eugène Atget,  
Magasin, Avenue des Gobelins (Almacén, Avenida de los Gobelins), 1925 


Finalmente podemos considerar a Atget como pionero de la moderna fotografía “documental”, ya que fue el primer fotógrafo que acometió la descripción de una ciudad en términos tan detallados y extensivos, siendo el primero en unir la idea de documentación a la de arte. –“Esta colección enormemente artística y documental”-. Es uno de los primeros que encuentra con su cámara el verdadero lenguaje de la fotografía: capturar la realidad efímera y cotidiana. Su temática se centra casi exclusivamente en recoger los distintos aspectos y rostros de la ciudad. Junto con otros creadores, Atget, por su franqueza para capturar la realidad sin prejuicios, sin ocultamientos ni idealizaciones se convertirá en un verdadero renovador y precursor de lo que se dio en llamar la “fotografía directa”, cuyos presupuestos siguen resultando imprescindibles para la estética fotográfica actual y que combatió con todas sus armas los vicios, las manipulaciones  y los tratamientos encubridores de la realidad que se habían mantenido como máxima del movimiento fotográfico pictorialista. Walter Benjamin atribuía en 1931 a Atget un  papel de salvador de la fotografía: “Él fue el primero que desinfectó la atmósfera sofocante que había esparcido el convencionalismo de la fotografía de retrato en la época de la decadencia. Saneó esa atmósfera, la purificó incluso: introdujo la liberación del objeto del aura, mérito éste el más indudable de la escuela de fotógrafos más reciente”.  La obra  de Atget es una de las primeras aportaciones realizadas para conferir a la fotografía su auténtico contenido y despojarlo de otros recursos ajenos al proceso técnico.

Prueba de la influencia que Atget ha venido ejerciendo sobre muchos de los modernos fotógrafos "documentales” ha quedado suficientemente demostrada a través de los textos de los propios autores como Berenice Abbott, Walker Evans, Henry Cartier-Bresson, Lee Friedlander, Robert Doisneau, Paul Strand, Manuel Álvarez Bravo, Edward Weston o Ansel Adams. Éstos y otros muchos han manifestado explícitamente la honda impresión que les causaron las enigmáticas imágenes de Eugène Atget y que influyeron en su forma de fotografiar la realidad.






 [1] Ana María Guasch, ARTE Y ARCHIVO, 1923-2010. Genealogía, Tipología y Discontinuidades, 2011
[2] Ana María Guasch, Op.cit.
[3]Benjamin Buchloh. Fotografiar, olvidar, recordar: fotografía en el arte alemán de posguerra, 1998 
[4] Ana María Guasch, Op.cit.
[5] José Gómez Isla. El narciso fotográfico: Eugène Atget y los orígenes del lenguaje fotográfico en la nueva visión de las Vanguardias 1890-1927, 1997








lunes, 30 de julio de 2012

OBJETIVOS


La finalidad de este proyecto es realizar un archivo fotográfico de la realidad actual de la ciudad de Valencia a través de sus calles, con independencia de la visión turística que de la ciudad pueda tener el visitante o pueda ser publicitada en las páginas oficiales. He querido olvidarme de la ciudad monumental para centrarme en la “otra”, en la más invisible, en la construida por los diferentes grupos sociales que en ella conviven. A través de este proyecto está representada la zona más antigua, la de Ciutat Vella, las antaño zonas periféricas de Campanar o L’Olivereta, la cercanía a la huerta de Benimaclet, la proximidad del mar de Camins al Grau o Poblats Maritims o las nuevas construcciones que pueblan la zona de Benicalap.

Y en este objetivo he tratado de que mi visión fuera lo más objetiva posible, sin juzgar y dejando, al modo de Gabriele Basilico, que los sentimientos quedaran a un lado y que el espacio protagonizara mi trabajo.

En este primer momento, el proyecto se ha centrado en las calles con nombre botánico, puesto que la elección de los vegetales, por su origen natural, sus formas orgánicas y su estética colorista me permiten una máxima confrontación con las calles, de factura realizada por el hombre, formas rectilíneas y estética arquitectónica y monocolor, sólo rota por los carteles de los comercios o los “grafitis” murales, en un juego de contrastes que, como he indicado, me atrae como forma de expresión.

Precisamente para ahondar y resaltar este contraste he querido fotografiar de forma distinta ambos objetivos, y por ello las calles se han fotografiado en blanco y negro con cámara analógica, mientras que para los vegetales se ha usado el color y una cámara digital.

El motivo de esta elección de película en blanco y negro para las calles ha sido con objeto de unificar todos aquellos elementos que conforman el paisaje urbano y no dar primacía a unos sobre otros: el color adquiere una prioridad y relevancia que atrae nuestra percepción; yo he querido dar la misma jerarquía a un edificio que al “grafiti” en él elaborado, al mobiliario urbano que a los coches en la calle aparcados: todo ello compone la estética puntual de la calle representada y considero que deben situarse en el mismo rango visual. Por otra parte, y en palabras de Gabriele Basilico “el color mata el misterio” y ese misterio he querido que estuviera presente en mis fotografías de paisaje urbano.

Sin embargo, en el caso de los vegetales, he utilizado la imagen en color precisamente porque lo pretendido es resaltar un determinado vegetal respecto al resto de elementos que le rodean y que constituyen su entorno: otro tipo de vegetación,  edificios, paisaje de fondo, etc.  He querido realizar un pequeño “herbario” con el sesgo de los nombres botánicos de las calles de Valencia, pero manteniendo esa visión fría y ecléctica del estudioso de la botánica.

domingo, 29 de julio de 2012

RESUMEN


“La ciudad es un ser viviente. Es un organismo que respira y se expande por encima de nosotros como un manto protector que te abraza y te confunde al mismo tiempo. (…) Esta ciudad me pertenece y yo le pertenezco a ella, como si fuese un fragmento fluctuante dentro de su inmenso cuerpo. Me obsesiona una constante necesidad de conocer su corporeidad (…) La ciudad me utiliza, me hace vivir”. Gabriele Basilico


Cartografías Botánicas” consiste en la realización de un reportaje fotográfico en el cual he inventariado, localizado y fotografiado aquellas calles del ámbito metropolitano de Valencia que llevan por nombre el de una planta, flor, árbol, fruto o conjunto de alguno de ellos, es decir, cuyo nombre es objeto de estudio por parte de la botánica.

Paralelamente he fotografiado aquellos vegetales que dan origen a la citada toponimia.

Por último, ambas colecciones fotográficas se han completado con la realización de unas fichas de cada una de estas calles, en las cuáles se recoge la situación de la calle, la historia de la misma cuando se ha localizado, la definición que el Diccionario de la Real Academia de la Lengua realiza del vegetal aludido y la descripción botánica del mismo.

Decía Gabriele Basilico que el fotógrafo debe permanecer atento para no contradecir lo que el ojo ve, no debe permitir que le influyan o importunen sentimientos, incrustaciones o ideologías culturales, ni recuerdos o cualquier otra cosa, sino que debe mantener una actitud contemplativa, que ponga de relieve y capte todo, que se apodere del espacio y lo convierta en protagonista. Y Roberta Valtorta señala que aceptamos a quien queremos como es, sin intentar disimular sus imperfecciones y perdonando sus defectos. Estas consideraciones son las que yo he tenido en cuenta a la hora de llevar a cabo mi proyecto, ya que he querido reflejar la realidad actual de Valencia y lo he hecho con la dedicación de un “flanêur” del siglo XXI, recorriendo cada una de las calles a fotografiar, observando sus edificios, sus comercios, las personas que por ella circulan, en definitiva, la vida que en ella se desarrolla.